martes, 2 de noviembre de 2010

HISTORIA DE LA ISLA DE PASCUA

El explorador holandés Jakob Roggeveen arribó a la isla el 5 de abril de 1722, día de Pascua de Resurrección; de ahí el nombre de la misma (Rapa-Nui es el nombre polinesio).

La isla fue anexada por el gobierno chileno en 1888, el que reservó una zona en la costa occidental para la población indígena y utilizó el resto del terreno para el pastoreo de ovejas y vacas.

La isla de Pascua es importante por sus hallazgos arqueológicos, no sólo es la isla del Pacífico más rica en megalitos, sino que es la única fuente que prueba la existencia de un sistema de escritura en Polinesia.

Se conoce muy poco sobre el pueblo que construyó los megalitos y talló las tablillas de madera. Algunos creen que se establecieron en la Isla de Pascua hace aproximadamente 18 siglos. Sin embargo, otros eruditos sostienen que su origen es más reciente. Los indicios arqueológicos y botánicos sugieren que los antiguos habitantes de la isla de Pascua eran de origen sudamericano.

Se cree que los antepasados de la población polinesia actual llegaron en canoas desde las islas Marquesas, mataron a los habitantes primigenios de la isla de Pascua y se apoderaron de la misma. Muchos arqueólogos creen que cuando se invadió la isla ya existían unas seiscientas estatuas talladas en piedra o moai, que han hecho famosa a la isla, la mayoría de las cuales fueron destruidas por los polinesios durante una época de guerras.

Los monumentos de piedra más grandes de la isla son unas enormes plataformas enterradas que sirvieron como santuarios (ahus) y que soportan varios moai en fila. Los ahus suelen encontrarse en riscos desde donde se divisa el mar y están construidos con bloques de piedra unidos sin argamasa. Sobre las plataformas suele haber de cuatro a seis estatuas, aunque en uno de los ahus, el Tongariki, hay quince. Bajo muchos de ellos se han encontrado cámaras con tumbas individuales o colectivas.

En la isla quedan unos cien moai, tallados en las pendientes de un volcán, con una altura que varía entre tres y doce metros. Están esculpidas sobre toba volcánica y representan enormes cabezas con narices y oídos alargados. La roca de las estatuas se extrajo del cráter Rano Raraku, en el que los exploradores encontraron una inmensa estatua sin terminar de 21 m de longitud. Muchas estatuas de las plataformas enterradas llevan coronas cilíndricas de toba roja que llegan a pesar hasta 27 toneladas.

En las excavaciones se han encontrado cuevas ocultas que contienen restos de tablillas e imágenes de madera. Los grabados finos y estilizados de las tablillas parecen ser un sistema pictórico de escritura.

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